December 24, 2025
Tokuryu: la nueva mafia japonesa que eclipsa a los yakuzas tradicionales
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Tokuryu: la nueva mafia japonesa que eclipsa a los yakuzas tradicionales

Dic 24, 2025

Cuando Takanori Kuzuoka empezó a ascender en el mundo del crimen, nunca pensó en unirse a los yakuzas, la histórica mafia japonesa conocida por sus tatuajes, su jerarquía rígida y su código de honor.

Prefirió integrarse a la red tokuryu, más joven, más tecnológica y más opaca, donde jefes anónimos reclutan en redes sociales a soldados rasos para hacer el trabajo sucio en misiones concretas, desde el fraude hasta el atraco.

Esta nueva forma de criminalidad, que permite a los capos permanecer ocultos tras mensajes cifrados, eclipsa hoy a los delincuentes de la vieja escuela.

A lo largo de una correspondencia de cinco meses desde su celda, Kuzuoka ofreció una visión extraordinaria del interior de los tokuryu: un universo violento y sin escrúpulos donde gran parte de los millones se obtiene estafando a la envejecida población de Japón.
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Yoshiro Nishino, exmiembro de la yakuza, revisa documentos en un hogar grupal para exdelincuentes en la prefectura de Chiba, donde hoy trabaja en la reinserción social tras dejar el crimen organizado.AFP

Prácticas y filosofía que los yakuzas desprecian, mafiosos de antaño que presumen no atacar a los pobres ni a los débiles, pero cuyo imperio de varios miles de millones de dólares se reduce tras años de estrictas leyes antimafia.
Los yakuzas pierden atractivo entre los jóvenes”, admite un delincuente de alto rango, aliado de un clan importante.

Quienes “llegan a nosotros fantaseando con el lujo y el glamour descubren rápidamente que la realidad no es la que imaginaban”, prosigue este capo durante una entrevista telefónica que tardó meses en concretarse.

La generación Z y los millennials no están dispuestos a empezar desde lo más bajo de la jerarquía. “No les gusta estar encadenados” por las restricciones propias de los yakuzas, estructurados bajo un código rígido; “prefieren unirse a los tokuryu”, flexibles, descentralizados y sin reglas, explica.
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Yoshiro Nishino, exmiembro de la yakuza, conversa con residentes de un hogar grupal para exdelincuentes en la prefectura de Chiba, donde acompaña procesos de reinserción social tras dejar el crimen organizado.AFP
Muy bien pagados
Nunca entendí el interés de ser yakuza hoy en día”, confiesa Takanori Kuzuoka, a quien la AFP logró contactar en el norte de Japón tras escribir a más de 30 centros penitenciarios del país.

Con buena caligrafía, el joven de 28 años relata cómo fue escalando en el mundo del crimen organizado:

Primero como miembro de los bosozoku, bandas de motociclistas adolescentes rebeldes.
Luego como perfil “multitarea” dentro de los tokuryu: reclutador, coordinador y ejecutor.

Dice haber trabajado en ocasiones en estrecha colaboración con jefes cuya identidad le era desconocida incluso a él, y haber captado en línea a reclutas en el mercado negro de los pequeños trabajos, el yami baito.

Si bien los candidatos suelen ser jóvenes marginados en busca de dinero fácil, otros son presas más ingenuas, arrastradas casi contra su voluntad a la delincuencia.

Cada día innumerables personas mordían el anzuelo de los anuncios dudosos que publicaba” en X para empleos “muy bien pagados”, relata, citando a un ludópata, una trabajadora sexual o incluso a un integrante de una boy band.

La lucha contra esta nueva red criminal es la “máxima prioridad en materia de seguridad pública” para la policía de Tokio, que en octubre creó una unidad especial de 100 agentes para “destruirla”.
La estafa del “¡Soy yo!”

Los tokuryu, literalmente “anónimos y fluidos”, operan de forma cambiante, lo que impide “remontar hasta los autores intelectuales” durante las detenciones, explica el detective antimafia retirado Yuichi Sakurai.

Se forman “equipos de proyecto” ad hoc para cometer delitos específicos. Los ejecutores de menor rango se dispersan y se reagrupan con una fluidez “similar a la de una ameba”.

Su especialidad son las estafas, en particular:

La del “¡Soy yo!”, en la que llaman a personas mayores haciéndose pasar por hijos o nietos.
La estafa disfrazada, vestidos como policías, banqueros o funcionarios.

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